ARRIESGÁNDOLO TODO POR TÍ (SERIE ADAPTADA)
martes, 12 de marzo de 2019
CAPITULO FINAL
Después del almuerzo y el desfile, vamos a la Casa Blanca para relajarnos, merendar, y después cambiarnos para los bailes. Voy a la habitación para ponerme zapatos de tacón más cómodos, y cuando me dirijo al Antiguo Comedor Familiar, los chicos no están allí.
—Oh, señora Alfonso, Pedrito está con su padre, creo.
—¿Dónde?
—En el Ala Oeste.
Voy hacia allí y saludo a Portia, preocupada de que Pedrito puede estar dándole problemas, pero ella simplemente sonríe y señala hacia la puerta.
—Los encontrará a los dos allí, señora Alfonso. Además, Alison está de camino —oh, ahí está. El presidente quería una foto de familia hoy.
Sólo sonrío, divertida, y entro en la Oficina Oval.
Y ahí está, el Gobernante del Mundo Moderno, mirando por la ventana, con sus brazos cruzados, pero los descruza mientras se vuelve.
Pone sus manos sobre el escritorio delante de él, con sus brazos extendidos, su mirada firme y sin concesiones, la mirada del hombre más poderoso en el mundo. Me sonríe.
Cierro la puerta.
Me aclaro la garganta, mis labios curvándose.
—Señor presidente.
—Señora Alfonso. —Él empieza a rodear el escritorio.
—¿No sabría por casualidad dónde fue a parar un niño más bien inquieto y muy guapo? No puedo encontrarlo por ningún lado.
Sonriendo, niega y deja que sus ojos se posen en su escritorio.
Alison está repente detrás de mí, su cámara parpadeando mientras el pequeño Pedro se asoma desde debajo de la mesa diciendo—: ¡Boo!
—Pedro, sal de debajo de la mesa de tu padre —reprendo.
Alison hace unas cuantas fotos.
—Pero no quiero. Es mi lugar especial para esconderme —dice el pequeño Pedro.
—Haremos una tienda de campaña en tu habitación, o en la Sala Roja. No, en la Sala Azul. Te haremos el escondite perfecto allí.
—Pero papá no estará allí. No es divertido sin papá.
Pedro se ríe y pongo mis ojos en blanco.
—¿Eras así de difícil?
—Casi no —dice, mirándome, su sonrisa se desvanece.
Mira mi boca, y me doy cuenta de que me estoy mordiendo el labio inferior. Inclina su cabeza de pelo oscuro hacia mí mientras pasa su pulgar sobre sus labios para que lo suelte.
—Quiero besar esos hermosos labios.
Doy un paso atrás para mirarle.
—Me estás besando con tus ojos —susurro.
—Al diablo con eso. Mi boca está celosa. —Se ríe.
Agarra mi cara y me besa. Es un beso rápido y seco, una clasificación para mayores de trece años en lugar de un beso erótico, pero Pedrito sonríe y levanta sus brazos para que lo cojamos. Pedro le coge en brazos y le dice a Alison—: Atrápale mientras todavía está quieto. —Y Alison está sonriendo mientras empieza a hacer clic.
—Jack, ven aquí, muchacho. —Pedro le silba a Jack, y estoy sorprendida de verlo arrastrarse por debajo de la mesa también.
—Oh Dios mío. —Me río ahora, y mientras Jack se sienta frente nosotros, todos nos volvemos hacia el objetivo de la cámara de Alison.
Los labios de Pedro se curvan en una sonrisa astuta, el pequeño Pedro está sonriendo como su padre, y me sonrojo todavía por este hombre, después de todos estos años. No, no vivimos en un mundo de cuento de hadas, pero entre todas las cosas malas, están estos momentos, estas personas, estos destellos de lo que somos. Qué amamos. Qué difícil. Qué cierto. Es por ello por lo que nos aferramos a cada recordatorio del bien para volvernos atrás, para encontrar el camino hacia dónde queremos ir. Donde merecemos estar. Contentos. Libres. Y amados.
CAPITULO 147
Es un día frío de invierno, y cientos de miles de personas inundan el National Mall para ver la segunda toma de posesión de Pedro.
Por lo general, el protocolo dicta que el supervisor de operaciones organice las cenas y todo el día de la inauguración, reordenando los muebles para las próximas entrevistas, mudando a un presidente mientras el siguiente entra todo en unas pocas horas. Las pocas horas cuando se hace el juramento, se sirve el almuerzo, y se lleva a cabo el desfile en la Avenida Pennsylvania. Este año, no hay tal movimiento de muebles. La primera familia está quedándose. Pero mientras que la parte del protocolo parece permitir que el personal de la Casa Blanca respire de alivio, otras partes continúan sucediendo.
Preparándose para recibir al presidente después de la inauguración a través de las Puertas de la Fachada Norte. Organizando un buffet para que compartamos con nuestra familia y amigos antes de los bailes de investidura.
Todo el mundo es un hervidero. El ajetreo habitual y el bullicio de la Casa Blanca parece ir al triple de su velocidad habitual.
Paso la mañana con una estilista y una maquilladora, mientras que Pedro tiene una reunión de seguridad para ir sobre lo que se ha hecho hasta ahora, y dónde están las cosas.
Nos preparamos para el servicio de la iglesia, y Pedrito y Jack vienen con nosotros a visitar al padre de Pedro al cementerio de Arlington.
Siento un inagotable sentimiento de paz y satisfacción, humildad y honor, mientras nos dirigimos al Capitolio de Estados Unidos, donde se llevará a cabo la inauguración.
Me preocupaba que Pedrito no se comportase durante el evento, pero en cambio me he dado cuenta de que es tan inteligente como su padre, y todo lo que le pedí que hiciera —estar quieto, prestar atención, cantar el himno— lo está haciendo por instinto.
Me siento detrás de Pedro mientras él jura, y echo un vistazo a su perfil y luego al de mi hijo.
Pedro me dijo anoche que se sentía honrado de compartir este momento con su hijo, que recordaba tan claramente los días cuando su padre tomó juramento tanto su primera como su segunda vez.
Ahora veo a Pedrito beberlo de su padre, mientras él jura proteger y preservar la
Constitución de los Estados Unidos.
Vestí de azul la última vez, y blanco el día de mi boda, y ahora fui por un vestido de color vino.
Me veo como una llama, dice Pedro.
Uno nunca se acostumbra a la adoración con la que la gente te ve; en un primer momento es casi incómodo. Se necesita valor para recibir este amor y adoración, quedártelo, porque en cierto modo, significa que debes corresponder, debes merecerlo.
Sé que ha sido más fácil para Pedro de lo que ha sido para mí. Nació para ser comandante en jefe. Se podría decir que pertenece donde está porque nació con América en sus venas,
pero también creo que es parte de su personalidad. Es lo que nos ha ayudado a cambiar y crecer tanto en los últimos cuatro años —el conocimiento de que somos fenomenales, y podemos hacer y merecen cosas fenomenales, pero también la humildad de aceptar que no hay perfección, que el cambio lleva tiempo y esfuerzo, que este país no se basa en una sola persona, sino en el esfuerzo conjunto de muchos. Pedro es el líder.
No podría estar más orgullosa de él.
La forma en que está, la sonrisa que tiene, la fuerza de sus hombros luchando contra su gabardina.
Una vez que termina su discurso y la inauguración llega a su fin, salimos por las escaleras, y lo abrazo. Sólo un abrazo, y le susurro—: Felicidades, mi amor.
Mechones de pelo caen sobre mi cara, y antes de que pueda apartarlos, Pedro los pone detrás de mi frente primero. Me río ante el viento que desordena mi pelo. El viento está siendo igual de juguetón con su pelo. Aparto un mechón de su pelo detrás de su frente también.
—Cuatro años más —digo.
—Pasan rápido, ¿verdad?
—Demasiado rápido.
Sonríe.
—Vamos a hacerlo.
Sus dedos son suaves y cálidos cuando tocan los míos, el efecto es como un estallido caliente de fuegos artificiales en mis venas mientras toma mi mano, la otra ya tomada por Pedrito.
—¿Está lista mi primera dama?
—Tan lista como tú.
lunes, 11 de marzo de 2019
CAPITULO 146
Ganó. Tanto por voto popular como por el colegio electoral de nuevo. Los empleados de la Casa Blanca suspiran de alivio. Pedro y yo vagamos por la West Colonnade, el pequeño Pedro duerme escaleras arriba. Los ruidos de la Casa Blanca son tan familiares para nosotros, cada crujido y movimiento, los zumbidos y el ajetreo. No habrá transferencia de poder hasta dentro de cuatro años, cuatro años más de cambio Alfonso están en marcha, de pasos de avance lento, aumento continuo de la economía y de la seguridad.
CAPITULO 145
Está frío afuera, pero es donde Pedro y yo pasamos la noche de Noviembre, el día de las elecciones. Traje una pequeña bocina y reproduzco algo de música, buscando una canción de Hozier que fue tocada en nuestra boda, Better Love. Y bailamos, como nosotros a veces hacíamos.
Me balanceo en sus brazos mientras nuestro equipo mira la televisión en una de las habitaciones de La Casa Blanca, el pequeño Pedro duerme, el país espera conteniendo el aliento, y yo solo bailo con Pedro.
Y así es como Carlisle nos encuentra, cuando sale.
—Bueno, Sr. Presidente —dice, sonriendo con ironía cuando nos ve—. Parece como que te has levantado para un segundo término.
Jadeo, mi mano vuela hacia mi boca. La mano de Pedro se aprieta en mi, su mandíbula se tensa, sus ojos destellan felicidad, con gratitud.
Enmarca mi rostro y planta un fiero y firme beso en mi frente, entonces llega hasta Carlisle para estrechar su mano.
—No podía esperar para querer escuchar nada más.
Ellos estrecharon sus manos y Carlisle palmea su espalda.
—Me haces sentir orgulloso, Pedro.
—¿Dónde está el pequeño Pedro? —Me pregunta inmediatamente.
—En la cama. Pedro, no puedes despertarlo…
—Oh, por supuesto que puedo —dice, ya dando zancadas dentro. Lo sigo a la habitación, donde abre lentamente la puerta y entra para encontrar a nuestro hijo durmiendo.
Pedro se sienta en el borde de la cama y se inclina hacia abajo para susurrar—: Oye, chinche —espera por Pedrito para que se despierte.
—Papá —solo dice, con una sonrisa dentada.
Pedro sacude una mano sobre su cabeza.
—Nos quedamos.
Los ojos de Pedrito se ensanchan. Había estado preocupado. No importa cuánto le había asegurado que encontraríamos otra casa, que su padre tenía muchas casas en las que podríamos mudarnos, él había argumentado que ninguno de los empleados que llegó a amar estarían allí, ni los cisnes en la fuente.
—¿Jack también? —Él parpadea, Pedro ríe y toma su rostro, besando la parte superior de su cabeza.
—Jack también.
—Bien —dice felizmente—. ¡Jack, nos quedamos! —Dice, y lo arropamos de vuelta a la cama, mirándolo por un minuto en las sombras mientras vuelve a dormirse. Nuestro chico, el niño de nuestros ojos. Jack está moviendo la cola en la esquina de la habitación cuando Pedro me abraza desde atrás, ahuecando mi vientre con ambas manos, su mentón apoyado en lo alto de mi cabeza, su dedo pulgar moviéndose adelante y atrás. No necesita trazar las letras Te Amo; la forma en que me sostiene me dice que nos ama, a todos, a todos por igual.
domingo, 10 de marzo de 2019
CAPITULO 144
Miro hacia afuera de las ventanas del Air Force One, las nubes debajo de mí se ven como una alfombra de algodón de azúcar.
Pongo mi mano sobre mi vientre y pienso en Pedro.
Estoy tan enamorada de él y no puedo creer que esté embarazada de cuatro meses de nuestro segundo hijo.
Los debates han terminado, la campaña ha sido exhaustiva, pero inspiradora, y ahora nos dirigimos de vuelta a casa.
Nuestra pequeña familia de tres miembros, la que pronto será de cuatro.
Sé, de mirar a mis padres, que no importa cuán fuerte es el amor, las relacionessiempre se probaron. Los límites son empujados, algunas promesas rotas, y decepciones suceden. Así es la vida. Ningún camino es siempre perfectamente liso o recto.
Pero también sé, al mirar a mis padres, que el amor es una elección. A veces la más difícil elección de todas. Y sé que me vuelvo a mirar a Pedro, su perfil muestra la belleza masculina perfecta, sus labios fruncidos pensativo mientras mira con curiosidad a una pila de carpetas delante de él con sus gafas posadas en su nariz, siempre lo elegiré.
Una constatación que me conforta.
Lo elegí sobre una vida normal. Lo elegí sobre la privacidad. Lo elegí sobre la inseguridad acerca de si alguna vez sería suficiente, como esposa, como madre, como primera dama. Lo elegí por encima del miedo. Lo elegí por encima de todo...
El amor puede ser apasionado, salvaje, consumidor, fascinante. Te atrapa en la estela de
lo que parece ser una vida ordinaria y lo vuelve boca abajo hasta que estés completamente viviendo con cada célula, cada poro, cada átomo en tu cuerpo. Te hace vivir la vida a su máximo potencial. El amor realza todas tus emociones, hasta que tu vida pasada parece como si estabas viviendo en silencio, como si vivieras con los sentidos parcialmente adormecidos.
Este despertar de experimentar todo en su máximo potencial es lo que hace que la experiencia de la vida sea más alegre y feliz, y también la más dolorosa. Mirando hacia abajo en las nubes debajo de mí y el cielo azul que se extiende ante mí, simplemente dejo que me abrace todo lo que venga.
Me veo a mi misma con Pedro. Me veo teniendo hijos con él. Me veo extendiéndome entre sus piernas, descansando en él, mientras sostengo una taza de chocolate caliente en mis manos, escuchando el crepitar de una chimenea.
Me veo sosteniendo su cara a mi pecho, en silencio calmándolo después de un día duro.
Después de tener que tomar algunas decisiones difíciles.
Lo veo subir a la cama a mi lado y acariciando mi cuello, diciéndome lo mucho que me ama, cómo soy su ángel.
Lo veo de la mano de nuestra hija, ¡sí, es una niña, tuvimos la confirmación la semana pasada!
Su pelo rojo en dos pequeñas trenzas mientras salta sobre su padre, mirando hacia él con todo el amor y admiración en el mundo y él mirándola como si fuera el tesoro más grande.
Me veo dentro de treinta años, sentada junto a un viejo y todavía resistente y guapo Pedro, hablando de lo que nos encontramos, cómo ganó la presidencia, la forma en que propuso la vida que hemos tenido.
Porque incluso si gana, cuatro años más como presidente no es mucho en comparación con los años en los que será un ex presidente, y su esposa. El término no es lo único que cuenta. Lo que realmente dura es lo que hizo, su legado para todos los tiempos.
Es una elección simple, realmente. Yo le escogí.
Siempre.
Y a pesar de sus propios miedos y preocupaciones, decepciones e ideas sobre su capacidad para ser a la vez presidente y esposo, presidente y padre, presidente y
hombre... me eligió.
Pase lo que pase, nos elegimos entre sí.
CAPITULO 143
Estamos viajando extensivamente. A veces Pedrito viaja con nosotros, las veces que
no opta por permanecer en D.C. con mis padres o la madre de Pedro.
Las multitudes siguen al Presidente Alfonso a dondequiera que va. La gente quiere verlo, quieren ver a su primera dama, quieren adorar a su hijo, quieren acariciar a Jack, y quieren fotos. Madre mía, ¿están los medios de comunicación cubriéndonos a todos los lugares que vamos? Pedro es, como de costumbre, un buen deportista con la prensa, pero me pone un poco nerviosa cuando estoy caminando con Pedrito y los reporteros están tomando fotografías y haciendo a Stacey y los chicos trabajar más para empujar a todos de vuelta.
Aún así, me encanta estar en el campo, viendo el paisaje cambiante. Desde desiertos hasta bosques, ciudades a pequeñas ciudades, granjas y pastos en los semáforos y carreteras. Y personas diferentes y únicas, cada uno con la esperanza de la gloria para mantener brillando a los Estados Unidos. Todo el mundo confiando en Pedro Alfonso para mantener trayéndolo.
Hoy estamos en Filadelfia, y consigo presentarlo a la gente.
—Bueno, realmente es un placer estar aquí —digo, sin aliento—. ¡Qué multitud increíble! —Todos ellos aplauden y vitorean—. Sé por qué estamos todos aquí. Es porque mi marido es bastante encantador y da un muy buen discurso. —Se ríen—. Y también, porque sé que saben que Pedro Alfonso realmente se preocupa por ustedes, por este país, sobre lo que es correcto. He sido testigo de primera mano, de su dedicación, su esfuerzo, su completa devoción por este país, y si no estuviera ya irremediablemente enamorada de él, eso sería suficiente para sellar el trato para mí en este momento—. Más risas—. Los cambios que ha puesto en práctica en los últimos años. . . Millones de nuevos puestos de trabajo. Una mejor educación para nuestros hijos, un plan más amplio de salud, una economía próspera, y nuestro destacado libre comercio, lo que te permite, como estadounidenses, tener cualquier producto al mejor precio disponible en la punta de tu dedo... esto es sólo el comienzo de los cambios más extensos que ha estado trabajando para hacer frente... y definitivamente espero que se queden quietos y le escuchen compartirlo con ustedes esta noche. Así que sin más preámbulos, damas y caballeros, les presento a mi marido, Pedro Alfonso, ¡el Presidente de los Estados Unidos!
Toma el escenario, se apoya en el micrófono.
—Ella es mejor en esto que yo.
Él sonríe, guiña mientras tomo un lugar en el banquillo, y me río al mismo tiempo que la multitud lo hace.
—Gracias, señora Alfonso —me dice con un guiño mientras adora a su multitud—. Ella está en lo correcto. Es una gran multitud hoy...
—¡Alfonso! ¡Ve por ella, Alfonso! —Grita alguien.
—Lo haré. —Promete, con una sonrisa, y luego se serena.
—Hoy, quiero hablar de algo con ustedes. Ayer por la noche, recibía la noticia de que voy a ser padre de nuevo. La primera dama está a la espera. —La sonrisa en su cara es absolutamente deslumbrante y tan contagiosa que no hay una cara triste en la casa.
Me siento mareada al recordar cuando le dije —cómo arrancó sus gafas, luego, sólo me agarró y me levantó del suelo.
—Me haces tan feliz, tan jodidamente feliz —y el
resto fue suprimido con su beso.
—Así que es algo que quiero hablar con ustedes. Nuestros hijos —continúa, y hace una pausa—. Es con nuestros hijos que nuestro mayor potencial como país yace. Estamos creciendo cambiadores de mundo, líderes, niños y niñas que pueden hacer una diferencia real. Y todo comienza contigo. Conmigo. Con nosotros.
Siento deslizar la mano de Pedrito en la mía, y él con el ceño fruncido, no muy feliz de que va a ser destronado pronto.
—¿Todavía me amas más?
—Te amo como mi mejor primogénito, sí —prometo, y él asiente y comienza a inquietarse—. Siéntate aquí conmigo. Mira a papá —susurro, lo aliento, aferrado a cada palabra de Pedro.
Me encanta que la gente lo vea como yo, que conozcan el verdadero hombre, el que está detrás de la fachada, el nombre y la presidencia.
El Pedro Alfonso que a todos nos gusta.
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