martes, 19 de febrero de 2019
CAPITULO 84
Estoy nervioso y no puedo evitarlo.
Estamos volando a casa en el Air Force One, D.C. ya por debajo de nosotros.
He estado pensando un nuevo plan para hacer que la economía funcione de nuevo.
—Los mercados se han recuperado. El dólar es más fuerte desde el momento en que asumió el cargo —dice Frederickson, el vicepresidente, lanzando una pelota de tenis en el aire y capturándola.
—Los mercados simplemente especulan. Necesitamos resultados concretos para que nuestra economía vuelva a funcionar. ¿Dónde estamos con nuestra ley de educación?—Le pregunto a Diego.
—Debería estar para la semana que viene.
—Quiero que invirtamos en nuestra juventud. Educación, es lo primero. Lo siguiente es la asistencia sanitaria. Igualdad de salarios para las mujeres, baja maternal remunerada para que puedan dedicar el tiempo necesario a sus hijos recién nacidos. Hay demasiadas personas sufriendo por ahí que no fueron atendidas adecuadamente.
—Como usted diga, señor Presidente.
—Y ponme con el Presidente de la Cámara. Y quiero una reunión con los líderes demócratas y republicanos, hay maneras de que podamos hacer este trabajo sin poner mil y una paredes.
Diego asiente y se va, y Frederickson le sigue a la puerta, gritando—: ¡Atrápala! — Enviando la pelota en mi dirección.
Jack salta antes de que pueda agarrarla, después trota y la trae.
—¡Buen perro! —Aplaude Frederickson, impresionado.
Saco mis gafas para seguir leyendo y atrapo a Jack olfateando mi taza de café mientras pone la pelota en mi escritorio.
—No más, amigo. —Giro el vaso y le dejó lamer una gota, y pienso en ella, en su cabello rojo balanceándose, trayéndome café. Pienso en ella extendiéndose debajo de mí.
Gimiendo. Queriéndolo.
Quiere que cenemos. Sé lo que quiere. Lo quiero también.
Quería tiempo, preocupada por los medios de comunicación.
He sido paciente. Pero estoy cansado de preocuparme por los medios de comunicación.
Estoy cansado de no poder sacarla en público.
Estoy jodidamente cansado de ocultar lo único que personalmente valoro aparte de mi trabajo y mi país. Sí, estoy deseando que llegue la cena.
Lo único que me apetece es ella.
CAPITULO 83
Pedro se fue a una reunión con el primer ministro de Canadá, y paso los siguientes días adaptándome a la vida en la Casa Blanca.
Miro los menús del domingo, y le digo al chef que realmente no creo que necesitemos tener menús de lujo o postres de fantasía a diario, que el simple pastel de manzana servirá.
Él creó esta versión de un pastel de manzana que tiene varias capas, un poco de pastel de queso mezclado con manzanas con canela, y nunca he probado nada tan divino en mi vida.
—Nunca he ido a un restaurante con comida tan buena como la comida que cocinas, Chef.
—Es nuestro trabajo mantenerla bien alimentada y feliz, y es nuestro trabajo hacer que usted y nuestro país queden bien con todos nuestros dignatarios extranjeros visitantes.
Estamos organizando una cena de Estado para el presidente Asaf en dos meses y antes de irse, Pedro dijo—: No escatimes en gastos.
Una de las cosas que aprendí a su llegada a la Casa Blanca fue que la primera familia paga por sus gastos personales, incluyendo su personal y comida.
—Pedro, sé que tu familia tiene dinero, pero te irás sin dinero si…
Se echó a reír, y luego me afirmó—: No escatimes en gastos. Se trata de los Estados
Unidos de América y la Casa Blanca. Es una inversión.
—Si nos ceñimos a un presupuesto razonable para la cena de Estado, el Departamento de Estado pagará la factura. —Me aseguró Clarissa cuando le expresé mi preocupación más tarde.
Ocasionalmente deambulo por la casa con el restaurador, pidiéndole que me enseñe las obras y las reliquias. Hay tanta historia aquí. Tanto corazón y profundidad.
Me encanta, pero no he visto a Pedro durante días.
He mirado mi horario y tengo charlas con mi secretario de prensa, el jefe de personal y el director social, y estoy tentada a organizar mi horario teniendo en cuenta el suyo cuando regrese, cuando Clarissa me dice—: El jefe de gabinete del presidente me pidió que ajustara su horario para que pueda tener varios eventos con él.
Me sonrojo. ¿Se encuentra tan ansioso por verme como yo?
—Absolutamente; será un placer.
Ella y el director social se dan unas miradas traviesas. Me río.
—Sé lo que piensan.
—No dijimos una palabra.
—Mira, los dos estamos realmente interesados en hacer lo mejor que podemos aquí…
—No estamos juzgando, señorita Chaves, por el contrario. Se ven bien juntos.
Solo sonrío, sin saber qué decir. Lo extraño mucho. Todavía es increíble para mí estar aquí, que estemos dándole una oportunidad a esto.
Un día antes de que Pedro regrese, simplemente no puedo aguantar un segundo más. Voy al Ala Oeste.
—Portia, ¿podrías conectarme con el presidente?
—Yo… se encuentra en el Air Force One. Déjame ver si puedo conseguir contactar
con él.
Después de un momento, espero que tome la llamada.
—Hola. —Su voz es ronca.
—Perdona por molestarte, ¿estás ocupado? Oh, seguro que lo estás. —Me rio y exhalo—. Te extraño.
—También te extraño.
—¿Cenarías conmigo en el Antiguo Comedor Familiar mañana?
—Estaré allí —dice sin dudar.
Estoy nerviosa por seguir con esto. Necesito esa conexión. Me estoy volviendo loca por eso.
Quiero su fuerza, quiero sus brazos alrededor de mí, lo quiero. Solo lo quiero y deseo que sepa lo mucho que lo quiero para mí.
CAPITULO 82
En nuestro camino de regreso a D.C., nos besamos sin prisa en el dormitorio del Air Force One. Estoy en su regazo, excitada por él.
—Estoy sediento de ti, demasiado sediento como para tener suficiente —gruñe.
Lo perdemos. Me arrastra y me aprieta contra él, lo tomo por la camisa y lo beso de nuevo, crudo y caliente esta vez, fuera de control, sus labios dominantes y hambrientos, los míos moviéndose igual de rápido, un infierno de calor y deseo ardiente entre nosotros.
Pedro mete mi lengua en su boca, gimiendo, masajeando mi trasero con sus manos.
—Eres mía. Dime que eres mía.
—Soy tuya.
—Estoy cansado de escondernos. Entiendo que tenemos que ir paso a paso con el público, pero Paula, te quiero en mi cama, quiero estar dentro de ti. Dos pasos en mi habitación, te arrancaré tu ropa y nada se interpondrá entre nosotros… nada.
—Eso es lo que temo. Tengo que estar segura de que puedo ser verdaderamente la primera dama que necesita el país.
—No eres solo tu trabajo, eres una mujer, y eres la mujer que necesito.
Cubre mi pecho con una mano y mete su lengua en mi boca, más rápido, más fuerte, y agonizo por la forma en que parece necesitarme. Agarro su cabello en un puño, perdida, gimiendo y gruñendo, nuestras manos pasando por encima del otro, nuestras bocas enloquecidas.
—Pronto —jadeo.
Gruñe.
—Estoy harto de duchas de agua fría.
—Lo siento. Estoy físicamente dolorida.
—Concéntrate en donde estás y date cuenta de que no te encuentras sola.
Sonrío, temblando de deseo.
—Pronto.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)