martes, 19 de febrero de 2019
CAPITULO 82
En nuestro camino de regreso a D.C., nos besamos sin prisa en el dormitorio del Air Force One. Estoy en su regazo, excitada por él.
—Estoy sediento de ti, demasiado sediento como para tener suficiente —gruñe.
Lo perdemos. Me arrastra y me aprieta contra él, lo tomo por la camisa y lo beso de nuevo, crudo y caliente esta vez, fuera de control, sus labios dominantes y hambrientos, los míos moviéndose igual de rápido, un infierno de calor y deseo ardiente entre nosotros.
Pedro mete mi lengua en su boca, gimiendo, masajeando mi trasero con sus manos.
—Eres mía. Dime que eres mía.
—Soy tuya.
—Estoy cansado de escondernos. Entiendo que tenemos que ir paso a paso con el público, pero Paula, te quiero en mi cama, quiero estar dentro de ti. Dos pasos en mi habitación, te arrancaré tu ropa y nada se interpondrá entre nosotros… nada.
—Eso es lo que temo. Tengo que estar segura de que puedo ser verdaderamente la primera dama que necesita el país.
—No eres solo tu trabajo, eres una mujer, y eres la mujer que necesito.
Cubre mi pecho con una mano y mete su lengua en mi boca, más rápido, más fuerte, y agonizo por la forma en que parece necesitarme. Agarro su cabello en un puño, perdida, gimiendo y gruñendo, nuestras manos pasando por encima del otro, nuestras bocas enloquecidas.
—Pronto —jadeo.
Gruñe.
—Estoy harto de duchas de agua fría.
—Lo siento. Estoy físicamente dolorida.
—Concéntrate en donde estás y date cuenta de que no te encuentras sola.
Sonrío, temblando de deseo.
—Pronto.
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