viernes, 25 de enero de 2019

CAPITULO 25





A la mañana siguiente, todo el mundo está hablando del asunto.


Anoche, en las noticias de las once, la primera cosa que apareció fue Pedro y yo. 


—Imágenes de una cámara de seguridad mostraron a Pedro y una misteriosa pelirroja que se piensa que es ayudante de la campaña, fueron secretamente a comprar zapatos…


Odio verlo, lo odio con cada fibra de mí ser, pero los momentos que compartimos… la persistente sensación de sus manos sobre mí en la Cuenca Tisal… casi hacen que valga la pena los escandalosos rumores de la compra de zapatos.


Bajo las escaleras para revisar mi buzón, solo para encontrar a dos periodistas en la puerta de mi edificio. Sé que Pedro debe conseguir mucho más, pero para mí, dos reporteros son demasiados.


—Señorita Chaves…


—No hay comentarios, gracias. —Me esfuerzo por abrir la puerta una vez más.


—¿Usted y Pedro Alfonso están en una relación?


Entro en el edificio y veo mi máquina de mensajes parpadeando locamente con cincuenta y dos mensajes. La desconecto.


Recibo un correo de mis padres. ESCÁNDALO, se lee en la línea del asunto.


No lo abro.


Kayla me escribe.


Le regreso el mensaje: Estoy bien, gracias por preocuparte. ¡No estoy románticamente involucrada con Pedro Alfonso!


Enviado. No estoy involucrada, me digo a mi misma.


Las mujeres votantes se están volviendo locas, sin embargo, y para esa noche, Pedro está en las noticias.


—No es cierto que estoy en una relación con la señorita Chaves. Hicimos una caminata alrededor de la cuenca para revisar mi próximo calendario de campaña, así que mantengamos el foco en eso.


Apago la televisión con una pesada sensación en el estómago. Mientras ceno pollo a la parrilla y ensalada, pienso en la situación, después cambio mi hora de correr. Esa noche, me meto en una carrera y corro como si estuviera corriendo una maratón, mientras que me dirijo a la casa de mis padres para despedirme antes de la gira de campaña.


Me esperan en la sala de estar, y sé que estaban discutiendo sobre las noticias. Las sombrías miradas en sus caras lo dicen todo. Mi papá sólo me abraza y me dice en su manera que me cuide, después sube las escaleras.


Mi mamá me da un vaso de limonada y me mira preocupada mientras nos sentamos en sofás opuestos en el salón. 


—Vimos las noticias.


Gimo. 


—No tú también, Má.


Ella asiente. 


—Definitivamente lo hago, Paula. Durante décadas, tu padre y yo hemos evitado cualquier tipo de escándalo. El escándalo es un asesino en las carreras políticas.


—Mamá, lo sé, fue completamente inocente.


—Sólo recuerda que eres una dama, Paula. Las damas siempre lo son, las otras mujeres son segundas. ¿Entiendes?


—Sí, entiendo. No te preocupes, no causaría ningún tipo de escándalo para nosotros.


—No es que Pedro no sea… Dios, él es un soplo de aire fresco para este país y está corriendo de forma independiente. Paula, los eventos estarán a punto de destruirlo… no quieres alimentar ese fuego. Ahora le pertenece a América. Siempre lo ha hecho.


—Lo sé, mamá, lo sé —digo.


—No te enamores de él.


Agacho la cabeza, riendo sin alegría. 


—¿Por qué dices eso?


Sus ojos brillan con simpatía y comprensión. 


—Porque cualquier mujer lo haría. Pero tú no eres cualquier mujer. Eres hija de tu padre y mi hija.


La aplaco durante la siguiente media hora, y sé que debería preocuparme; me preocupa. Pero nada puede detenerme de golpear mi cama y revivir mil veces los besos de Pedro.




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