jueves, 28 de febrero de 2019
CAPITULO 114
Llama al médico de la Casa Blanca para que venga a verme, y él declara que tanto la madre como el bebé están sanos y la fecha del parto es a principios de diciembre. Ahora voy a visitar a su madre en la Sala Roja.
—Cuando Pedro me llamó para decirme las noticias, no podía creer que sería una abuela tan pronto —me dice, su expresión animada, sus ojos brillantes mientras me pasa una taza de té y se sienta en la mesa de café frente a mí.
—Gracias, Señora Alfonso.
—Eleanora, por favor. ¿Has decidido cuándo lo anunciarás al mundo?
Sacudo la cabeza.
—No lo hemos discutido. Supongo que no podemos guardarlo por mucho tiempo. —Sonrío, extendiendo una mano sobre mi chaqueta, justo sobre el bebé.
Sus ojos se nublan y se detiene a mitad de camino para tomar un sorbo de té.
Coloca su taza sobre la mesa, su expresión sobria, y casi surrealistamente comprensiva.
—Sé que este estilo de vida puede ser duro, especialmente con un bebé en camino. Te sientes observada, vulnerable, y como si no tuvieras derecho como cualquier otra persona, a cometer un error. Se pone más fácil, pero nunca demasiado fácil. —Sonríe alentadoramente y luego dice—: podía escuchar la preocupación en la voz de mi hijo cuando me dijo que iba a ser padre. Sabes que le preocupa hacer las mismas cosas que su padre, cometer los mismos errores...
Ella se calma y luego continúa.
—Es un gran hombre, como su padre, ambicioso, decidido, noble. Estará a tu lado, nunca querrá ser el que te haga daño, o te abandone a ti o a este bebé.
Con los ojos llorosos presiona sus labios como tratando de conseguir controlarse, luego se para y viene a tomar asiento a mi lado. Toma mis manos en las suyas, apretando.
—Bienvenidos a la familia, a este pequeño bebé... Y tú, Paula. No he tenido la oportunidad de decirlo... Bienvenida.
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