domingo, 24 de febrero de 2019
CAPITULO 99
El trabajo no se detiene. En medio de los preparativos de la boda, el pequeño Pedro está llegando a la Casa Blanca.
He estado emocionada por su visita. Nunca se sabe cuándo te encontrarás con alguien que va a tocar tu vida. En maneras que nunca olvidarás, supongo que a veces buenas, y a veces malas. Incluso el encuentro más fugaz puede dejar la marca más duradera. Y desde aquel día que Pedro visitó al Children's National en Michigan
Northwest, donde el niño estaba siendo tratado, y se encontró con el joven Pedro Brems, el niño de siete años ha ocupado un lugar especial en mi corazón. No sólo porque es el hijo de una de las mujeres con las que trabajé en Women of the World. El niño es simplemente un luchador, viviendo con un tipo agresivo de leucemia que está luchando por vencer, su sueño de visitar la Casa Blanca se está convirtiendo en una realidad hoy.
—Pedro Brems está aquí, Sr. Presidente.
—¡PEDRO! —Grita el niño desde la puerta de la Oficina Oval.
—¡Señor Presidente! —Su madre regaña al niño, horrorizada—. Señor Presidente, gracias por recibirnos.
—Hola, tigre. —Pedro se acerca y levanta su mano para chocar los cinco.
Saludo al padre del niño y abrazo a su madre, Catherine.
—¿Cómo está?
—Es un luchador.
El niño mira a su alrededor, alisando una mano sobre su corbata, su admiración al Oval está grabado en su rostro.
—Quiero ser Presidente un día.
Pedro hace señas hacia su silla.
El niño se acerca con creciente incredulidad.
Pedro lo sienta. Nuestros ojos se conectan por encima de la cabeza de sus padres y sé lo que piensa. Que podemos tener uno de estos, un día.
—¿Te vas a casar? —pregunta el niño, sorprendiéndonos.
—Sí. —Y agrego—, ¿quieres venir a la boda?
—¡SÍ! —Se ríe alegremente—. Pero Sara se enojará si no puede venir también.
—¿Quién es Sara?
—Una niña en el hospital.
—Supongo que deberíamos invitar a todos los niños. Serán nuestros invitados especiales.
Miro a Pedro, y él me mira fijamente con esta media sonrisa que me hace sonrojar y una mirada en sus ojos que dice ve por ello, bebé; es tu única boda.
Estoy agradecida cuando Pedro se vuelve hacia el niño, dándome un momento para recuperar mi papel de Primera Dama.
—¿Crees que tus amigos querrían venir? —Pregunta Pedro al niño.
—¡Definitivamente!
—¿Podemos contar contigo para entregar la buena noticia?
—¡Sí!
El niño salta de la silla y camina con el pecho expandido, como si acabara de crecer un par de tallas debido a la tarea por delante.
Antes de que se vayan, Pedro se sienta en la mesa de café de sus padres y les dice— : Quiero que revise todas las opciones. Me gustaría apoyar personalmente su tratamiento. También voy a poner en marcha un fondo especial en su nombre.
—Gracias. —Su madre empieza a llorar.
Cuando se van, mis ojos también pican.
—Aquí estamos con tanto poder pero sin capacidad para ayudarlo.
Un melancólico ceño revolotea sobre sus rasgos.
—Hacemos lo que podemos.
Nuestros ojos se conectan una vez más, y mi corazón da volteretas en mi pecho.
La vitalidad que irradia me atrae, pero la forma en que su mirada fija perfora la mía con una expectativa silenciosa me mantiene en mi lugar.
—¿Estabas pensando en lo que estoy pensando? —Pregunto.
—Tendremos uno de estos en la Casa Blanca.
Asiento.
De pie a menos de un pie de distancia, me mira, su mirada es de admiración mientras una esquina de sus labios se levanta.
—Serás una gran madre.
—Serás el mejor papá.
Él pasa sus nudillos por mi mejilla, y las chispas se encienden por todo mi cuerpo.
—Espero hacerte mi esposa pronto.
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