sábado, 2 de marzo de 2019
CAPITULO 119
—Mi intención de poner un impuesto sobre el carbono para todas las emisiones de carbono es inquebrantable. El aire que en gran medida respiramos ha sido contaminado durante años. Eso ya no está sucediendo.
—Señor Presidente —Coin está en la puerta, interrumpiendo mi sesión con uno de mis asesores—. Ha habido un incidente.
Me conduce a la habitación contigua y enciende la televisión.
Miro a Paula salir de la escuela primaria de Virginia hacia una multitud de reporteros y fans y al Servicio Secreto luchando por mantener la zona segura.
Un niño intenta romper la línea de seguridad. Él es empujado hacia atrás, se cae, y la línea se rompe, la multitud envuelve a Paula.
La veo agacharse protectoramente sobre el niño que cayó, mientras Stacey lucha para abrir espacio para sacarla de allí.
—¿Dónde está ahora? —Mi tono suena amenazante, incluso para mí. Perdí a mi padre... en un abrir y cerrar de ojos.
Veo el charco de sangre. Escucho la maldita llamada telefónica. Vea las malditas noticias de nuevo. Siento la maldita pérdida.
—En camino, señor —me dice Wilson después de revisar su altavoz.
—Quiero verla cuando llegue.
Me dirijo de regreso al despacho Oval y miro hacia mi escritorio, apretando mis manos mientras intento respirar. Perderé la cabeza si alguna vez la pierdo. Perderé mi cabeza si le sucede algo a ella o a nuestros hijos. Veo el archivo del FBI de mi padre. Un recordatorio de cómo la justicia no ha sido administrada a uno de los cientos de miles de malhechores en este país. Cojo el archivo y lo tiro en mi cajón, frustrado porque Paula haya sido tan descuidada de repente, era jodidamente demasiado.
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