martes, 29 de enero de 2019

CAPITULO 37




El siguiente fin de semana, Pedro visita a su abuelo en Virginia.


Estoy medio contenta por la distancia. Nos estamos hundiendo demasiado. Aunque una parte de mí quiere ir más profundo, lo suficientemente profundo como para ahogarme, sé que no es lo mejor para él, para mí, para cualquiera.


Pedro es un semental en la cama. Pasamos toda la noche tocándonos, corriéndonos, y hablando en mi casa. Ninguno de los dos durmió, y ninguno de los dos parecía querer dormir. No quiero que se vaya.


Soy adicta al tiempo que pasamos juntos.


Sigo con ganas de más.


Pero en esta etapa de la campaña, no estamos jugando con fuego. Nuestro romance secreto y escandaloso es una bomba nuclear, y cualquier desliz en mantenerlo oculto será la cerilla que lo encienda.


Mis padres me invitan a cenar una noche y me hacen preguntas sobre la campaña. Sé, por haber crecido con ellos, que, en política, la discreción es una necesidad. La última de las primarias es mañana, y papá dice que escuchó que Pedro había sido cortejada por ambos partidos, pero los había rechazado.


—Estás haciendo un buen trabajo combatiendo contra décadas y décadas de cambios de poder entre los dos partidos, pero ¿va a ser suficiente, Paula? ¿Cuál es el plan de Pedro si atacan, encontrar algún escándalo en su pasado?


—Papá, no soy su sombra y no soy una lectora de mentes, tampoco ,estoy ocupada organizando su horario y eso es todo.


—¿Nos invitaran a la recaudación de fondo para la alfabetización que se llevará a cabo cuando la campaña esté a punto de acabarse? —Pregunta mamá.


—Estás en la lista. Todo el mundo está en la lista, incluso todo Hollywood y Nashville; a Pedro le gusta la música y ama, ama a los científicos y a los frikis de la tecnología. La campaña de momento ha tenido el apoyo de casi seis docenas de figuras públicas. Incluso Mayweather publicó en sus redes una imagen de montones y montones de dinero y una nota que decía Floyd Money Mayweather no hace cheques de doscientos dólares, sólo dinero en efectivo, y eso suma un par de ceros más.


Me doy cuenta de cuán fantástico suena todo una vez que me escucho hablando de ello. 


¿Cómo duerme Pedro?


¿Cómo alguien puede llevar las expectativas de todo un país sobre sus hombros, y llevarlo bien?


—No estamos seguros de si podremos asistir a la gala —me advierte papá en voz baja—. ¿Te das cuenta de que mi aparición en tal evento sería un respaldo también?


Me encuentro con su mirada y asiento en silencio, con ganas de pedirle que, por favor, por favor apoye a Pedro, pero le respeto demasiado como para pedirle lo que espera. Simplemente sé que tiene miedo de que, sin importar la gente, los partidos se aseguren de que el que acabe como Presidente no sea Pedro Alfonso.




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