viernes, 1 de febrero de 2019

CAPITULO 47




Ahora estamos en San Francisco.


Es mediodía cuando todos nos reunimos en nuestras improvisadas oficinas de campañas locales cuando Carlisle deja caer un periódico en el escritorio de Pedro. En la parte inferior de la primera página hay dos fotos de Pedro sonriendo hacia mí y ayudándome a salir del coche hacia nuestro hotel.


El subtítulo debajo de ambas es: ¿El amor está en el aire para Pedro Alfonso?


No lee el artículo. En lugar de eso, saca su teléfono, poniéndolo en altavoz y marcando rápidamente mientras dice el resto de las noticias. Una voz masculina contesta, indicando su nombre y el periódico que publicó esa foto. Pedro lo saluda e inmediatamente llega el punto.


—¿Quién tomó esas fotos?


—No fui yo, Pedro, te lo juro por Dios.


Pedro se pasa la mano por la parte trasera de su cuello y suspira, frunciendo el ceño al teléfono.


—Estamos llevando una campaña aquí, no una temporada de The Bachelor. Vamos a poner el ojo en lo importante, ¿bien?


—Claro, Pedro. Y oye, gracias por el libro que me enviaste la pasada navidad. Mi esposa lo tiene en la repisa de la chimenea.


—Me alegro, Tomas. Y gracias por la cobertura.


Cuelga y mira hacia mí, después a Carlisle, después reanuda la lectura de la noticia, bebiendo tranquilamente su café mientras yo lucho para parecer imperceptible.


Después tenemos una reunión con dos docenas de miembros de nuestra campaña.


Durante dos horas y media, el equipo está garabateando con plumas del logotipo de la campaña de Pedro, y después están todos de pie mientras él se levanta para salir y comienza a darles las manos, dándoles las gracias. Me sorprende que muchos de los miembros masculinos del equipo se acercan para despedirse también.


Pedro va a mi lado al salir de la sala de conferencias.


Salimos del edificio y caminamos dos cuadras hasta nuestro hotel. Normalmente hay otros miembros del equipo detrás, pero hoy parece que vamos hacia el hotel por nuestra cuenta. El latido de mi corazón se acelera.


Se supone que Pedro se duchará y tomará un almuerzo rápido antes de que acompañe a Carlisle para encontrarse con el senador Lewis, quien tiene una gran cantidad de delegados y apoyo de este estado. Espero tomar una ducha o quizás una siesta; La noche anterior pesa un poco sobre mí. Me sorprende que no parezca pesar en Pedro. Se ve mejor que nunca, aunque la verdad siempre está activo, zumbando con calma, energía constante.


El silencio llena el elevador mientras vamos a nuestro piso. Pedro mete las manos en los bolsillos de los pantalones y me mira.


El hecho que estábamos recientemente besándonos acaloradamente en público, en la ciudad de New York, de repente es lo único que puedo pensar.


Me pregunta si me gustaría subir a la terraza superior del edificio durante diez minutos.


Asiento. Es casi la puesta del sol cuando salimos. La gran terraza tiene hermosas vistas de la ciudad, especialmente el horizonte, de color naranja con el resplandor del sol que se desvanece.


Nos quedamos allí y contemplamos el paisaje por un momento.


Estamos callados por un tiempo, el tipo de silencio que no necesitas decir nada, donde basta con estar en ese lugar en ese momento.


—Estamos en la recta final ahora. —Sonríe, después mira de manera significativa el elevador detrás de nosotros y niega con la cabeza—. Esta pequeña escapada es agradable pero no lo suficiente privada para satisfacerme. Quiero seguir viéndote tanto como pueda. A solas, Paula.


Mis mejillas se calientan ante sus palabras. Me agarro el cabello mientras vuela con el viento.


—Estoy bastante segura que a medida que nos acerquemos a la elección nuestros momentos se convertirán cada vez más fugaces —admito, dando una risita.


—No permitiré eso. —Hunde las manos en sus bolsillos—. Quiero pasar todo mi tiempo libre contigo, y quiero que pases el tuyo conmigo.
De repente me siento tímida. 


—Necesitas dormir —susurro, lanzándole una mirada de reprimenda.


Sonriendo levemente, se inclina para rozar su pulgar junto al mío. 


—Tengo noticias para ti, señorita Chaves. Mis horas libres son mías para hacer lo que quiera. Y tengo la intención de meterte en cada una de ellas.


Oh Dios, mi sexo sólo se apretó mucho.


Es tan sexy cuando habla así.


Estoy ruborizada, insegura acerca de seguir este juego, especialmente cuando se está acercando cada día la votación, cuando el ojo de la cámara seguirá acercándose cada vez más a él mientras continúa haciendo noticias y acumulando los votantes.


—Me gustaría eso. Pero no sé si es una buena idea seguir tomando riesgos…. Terminaremos esto pronto. —Le doy una mirada tímida—. ¿No es así?


Deja caer su mano, su mandíbula se aprieta. 


—Vi a mi madre tomar un asiento trasero del país. No puedo permitir que hagas eso también —dice.


—Quizá no me importe tomar un asiento trasero del Presidente… —De repente me alejo, no me doy cuenta de lo que sale de mi boca.


—Eso no sucederá. Nunca. —Sus ojos brillan y me sorprende la determinación de acero en sus palabras y voz.


Rápidamente trato de explicar. 


—Mira, las necesidades de una mujer no deben venir antes de un país entero. No esperaba…


—No es necesario ser alguien secundario de cualquier cosa. Ni siquiera un país. No te estoy haciendo eso, ni siquiera me lo pidas. No a mí, no a nadie. —Me mira, después se pasa la mano por el cabello—. Dios. Todavía tienes mucho por delante, tienes mucho que ofrecer, no mereces ocho años… o cuatro… —Mueve su mirada con sus ojos oscuros, como si odiara recordar.


—No sería un infierno si lo pasara contigo —susurro.


Nos interrumpen cuando uno de los miembros del equipo aparece en la terraza. Retrocedemos un poco el uno del otro cuando oímos el elevador y después Hessler se acerca, instantáneamente avanzando para hablar de negocios con Pedro.


La sonrisa de Pedro se desvanece, y abre un botón de la manga de su camisa y dobla el brazalete mientras escucha.


Paso más tiempo escuchando de los cinco minutos donde estábamos solos, y después me excuso rápidamente.


Noto la frustración de acero en su mirada mientras me voy, la forma en que su mandíbula se aprieta como si se estuviera privando de decir algo.


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