jueves, 14 de febrero de 2019
CAPITULO 68
—Jackie Kennedy, la princesa Diana, toda joven, hermosa y querida.
—Simplemente no puedo creer que me estés comparando con ellas —le digo a Kayla mientras se sienta en mi pequeño sofá esa noche.
—¿Por qué?
—No me veo como una de ellas. No sé lo primero. No soy mi madre, es fácil para ella hablar tranquila, fría y recogida. Mis palmas sudan, pensando en todas estas personas importantes que buscan razones por las que no encajo.
—Tú eres la parte. El presidente te lo ha pedido. La gente ha estado fascinada por ti y Pedro desde que comenzó la campaña. Tú vas allí y les demuestras que Pedro estaba en lo cierto al escogerte. Es un hombre inteligente, que vean lo que ve él.
Exhalo.
—No necesitas hacerlo todo a la vez —dice.
—Oh, definitivamente no lo estoy haciendo todo a la vez. Pasos pequeños. Jessa me decía eso cuando era pequeña. Pequeños pasos te llevan más lejos, y uno a la vez. Sigue mirando a través de la habitación, claramente inmóvil.
—Guau. Dios, todavía no puedo creerlo.
—No le digas a Sam o a Alan, a nadie, hasta que haga el anuncio oficial, por favor.
—Por supuesto.
Miro por la ventana, tan enloquecida como ella.
Quería que un hombre me amara y hacer una diferencia. ¿Significa esto que puedo tener ambos?
¿Por qué cuando la oportunidad finalmente llega, el miedo es tan grande, que casi quieres retroceder?
—Siempre que tengas alguna duda sobre si perteneces allí, sabrás que hacer. Jackie y Di. Ambas muy queridas. Trajeron algo nuevo, algo que no se puede comprar con la experiencia. Te dices a ti misma Paula, el presidente me ha pedido que sea su primera dama en funciones. Y yo he aceptado.
Yo trago, asintiendo. Lo he echado mucho de menos. Haría cualquier cosa para estar cerca de él. Cualquier cosa. Dicen que crecer como una persona que necesita para desafiar a ti mismo, es ir a algo más alto, algo en el que incluso, puedes fracasar.
No hay nada más alto o más grande para mí que esto.
Para tratar de estar con el hombre que amo, no importa lo grande que es, lo magnifico, más grande que la vida. Trato de hacer la diferencia, no una pequeña, sino una que llegue a través de ciudades, estados, continentes.
Oh Dios.
Voy a ser la primera dama de Pedro Alfonso.
Me da miedo, y al mismo tiempo, tengo miedo de cuánto lo quiero. Ser su verdadera primera dama. Su único amor. Su chica, su esposa, sólo... suya. Suya en público, suya por la noche, suya cada mañana, suya por derecho.
¿Está él pensando que quiere algo así en el futuro? Todo... dijo.
Pero aún no quiero preguntarle a qué se refería.
Porque... pequeños pasos. No puedo manejar más ahora.
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