lunes, 28 de enero de 2019

CAPITULO 34




—¿Cómo crees que fue? —Me pregunta Pedro mientras nos dirigimos al hotel.


Niego y trato de verme decepcionada, pero cuando esa sonrisa aparece, no puedo seguir más con la broma.


—Aplaudieron de pie —digo, levantando las cejas—. Las personas conectaron contigo. ¡Fue una locura!


Sonríe y mira por la ventana del coche, acariciándose la barbilla, pensativo, su sonrisa sigue ahí mientras admite en voz baja. 


—Fue una locura.


Me apresuro a bañarme y llegar a tiempo para una cena de personal. Estoy yendo abajo para encontrarme con Carlisle y otros miembros del equipo en uno de los restaurantes del hotel. 


Cuando las puertas del ascensor se abren, solamente Pedro está en el interior.


Mi corazón salta, y compartimos una sonrisa mientras entro.


Huele tan bien, como a colonia y jabón, y el calor de su cuerpo junto al mío como que me embriaga.


—¿Qué llevas puesto ahí debajo?


—Nunca lo sabrás —le digo irónicamente.


—Mmm. Más como que lo sabré para la medianoche. —Levanta una ceja, advirtiéndome, y como besando mis labios con su mirada.


La sola idea de estar en una habitación a solas con Pedro esta noche no hace nada para calmar mi cuerpo ahora mismo.


Nos bajamos del ascensor, caminando uno al lado del otro con una buena distancia entre nosotros. Saca mi silla cuando llegamos a nuestra mesa, pero Pedro es cortés habitualmente, así que afortunadamente nadie parece prestarle una atención extra a ello.


Excepto que pasa su pulgar por mi nuca mientras me siento, es un toque sutil.


Completamente robado.


Y necesito de todo mi esfuerzo para evitar que todo mi cuerpo tiemble en respuesta.


Estamos en la cena mientras el equipo discute y discute y discute, y no puedo calmar el zumbido dentro de mí. Está mirándome a través de la mesa. Le veo tomar un sorbo de agua antes de ponerse sus gafas para leer los resultados de las encuestas que trajo Hessler.


De repente estoy sedienta y tomo un sorbo rápido también, tratando de leer la carpeta delante de mí. Cuando nos vamos y nos ponemos en grupos aleatorios para subir en el ascensor, Pedro entra en el mismo que yo.


Está de pie a mi izquierda todo el trayecto hacia arriba. Su cercanía me afecta tanto que casi no puedo esperar a alejarme.


Mi corazón está golpeando locamente en mi pecho.


Mi hombro quema donde toca el suyo que está duro. Soy consciente de cuán alto es a mi lado, al menos me saca una cabeza.


Soy consciente de cada respiración, más lenta que la mía.


Llegamos a mi piso, y mientras salgo, me giro a decir adiós al grupo. Miro a Pedro por último.


Me mira penetrantemente debajo de sus cejas fruncidas, viéndose un poco pensativo y muy hambriento, como si no acabáramos de cenar.


Vuelvo a mi habitación y espero a que me envíe un mensaje diciéndome que no hay nadie. Diez minutos más tarde, mi teléfono asegurado para la campaña suena.


Diez minutos más, unas cálidas manos están deslizándose por debajo de mi falda para revelar mi ropa interior. Quitándomela. Revelando cada pliegue húmedo debajo.


Estoy en su habitación, y lo siguiente que sé es que la lengua húmeda de Pedro está en mí.




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