sábado, 19 de enero de 2019

CAPITULO 4




Nunca fui el tipo de hombre tentado a probar los zapatos de mi padre. Demasiado limpios, demasiado clásicos, demasiado grandes.


Pero, extrañamente, sus zapatos son el recuerdo que más claro tengo de él, paseando en un círculo perfecto alrededor de su escritorio durante una llamada telefónica tensa. Yo, a sus pies, construyendo un rompecabezas.


Mi padre se esforzaba por la perfección de todas las cosas, incluyendo su apariencia. De traje impecable, su rostro suavemente afeitado, su cabello cortado a la perfección.


Mientras que yo, joven y desorientado, soñaba con la libertad. Libre de la privilegiada vida del éxito que mi padre nos dio a mi madre y a mí.


Mil veces mi papá dijo que yo sería Presidente. 


Les dijo a sus amigos, a los amigos de sus amigos, y me lo dijo a mí a menudo. Me reí y lo rechacé.


Los siete años que pasé creciendo en la Casa Blanca fueron los siete años que estuve orando para salir de la Casa Blanca.


La política me interesaba, sí.


Pero sabía que mi papá rara vez dormía. La mayoría de las elecciones que hizo fueron equivocadas para cierto porcentaje de la población, incluso cuando eran correctas para la mayoría. Mi mamá perdió a su marido el día que él entró a la Casa Blanca.


Perdí a mi papá el día que decidió que ser Presidente sería su legado.


Trató de hacer malabares con todo, pero ningún humano en el mundo podía dirigir el país y todavía tener energía para su esposa e hijo adolescente.


Me concentré en mis notas y tuve éxito en la escuela, pero formar amistades era difícil. No podía invitar a nadie a la Casa Blanca.


Mi vida, como lo imaginé después de la Casa Blanca, se centraría en el trabajo, tal vez en Wall Street. Tendría la libertad de hacer todas las cosas que nunca podría hacer bajo la mirada atenta de los Estados Unidos.


Mi padre corrió para la reelección y ganó.


Después, a los tres años de su segundo mandato, un infeliz ciudadano puso dos balas en él. Una en su pecho, otra en su estómago.


Han pasado miles de días desde ese entonces. 


Demasiados años viviendo en el pasado. Ahora, mientras que aseguro mis gemelos y aliso mi corbata, pienso de nuevo en los zapatos y me doy cuenta que estoy a punto de entrar en ellos.


—¿Listo, Señor?


Asiento con la cabeza, y él empuja la cortina.


El mundo está observando. Han estado especulando, esperando, preguntándose.


Lo harás, no lo harás… por favor hazlo, por favor no lo hagas…


No tiene ninguna posibilidad.


Espero que el ruido se calme, me inclino al micrófono y digo—: Señoras y señores, es un placer anunciar que oficialmente estoy postulado para ser el Presidente de los Estados Unidos de América.



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