domingo, 20 de enero de 2019

CAPITULO 7




—No puedo creer que fueras capaz de saludarlo antes que yo, esa fila es mortal —Mi mamá de repente está a mi lado—. Los grandes siguen tirando de él a un lado. Vuelvo enseguida.


Vuelve a la fila mientras tomo asiento en la mesa una vez más, charlando durante un rato con una de las parejas de allí.


Todavía estoy vacilando por el encuentro.


—Oh, la hija del Senador Chaves, es un placer. No puedo decir que lo conozca a él, pero es un buen hombre. Un voto en contra…


—Ah, en serio —interrumpe su esposa, deteniendo al senador viejo—. Vamos a saludar a Lewis y Martha —dice, persuadiéndolo.


Me siento un poco aliviada cuando se alejan, temiendo decir algo vergonzoso. Todavía me siento mal por mi encuentro con Pedro Alfonso y no puedo concentrarme en nada más.


Miro mientras mi mamá espera pacientemente tras seis personas antes de saludarlo, hasta que finalmente lo abraza, se ve tan pequeña y femenina contra su forma alta y musculosa. 


Cuando libera su brazo, estoy sorprendida que ella apunta a mi dirección.


Mi estómago se hunde cuando la mirada de él sigue la dirección de su dedo.


Oh Mi Dios, ¿mi madre me está apuntando?
¿Pedro me está mirando?


Nuestras miradas se encuentran y por un segundo, hay algo en sus ojos. Él asiente, como si le estuviera diciendo que ya ha dicho hola.


Mientras hablan, la mirada de él se queda en mí.


Estoy brevemente consiente de la curiosidad de la habitación, ya que colectivamente se preguntan que está mirando el nuevo candidato, sin embargo no puedo apartar mis ojos lo suficiente para comprobar quién está mirando exactamente.


Dios. Incluso se para como la nobleza americana.


Ha crecido para ser la mezcla más deliciosa, pulida y terrosa y en algún lugar debajo de esa mirada puedo ver una primitividad que me atrae.


Una mujer pasajera se inclina en mi oído. 


—Es tan caliente, terso y rico como un pastel. Y hace a la política emocionante —dice.


La miro, después regreso a la mirada ardiente de Pedro Alfonso mientras él continua saludando a la fila. Ya casi ha terminado, pero estoy segura que no será por mucho tiempo. 


Una sombra cae sobre la mitad de su cara, pero puedo ver que ahora su atención se centra en una pareja de ancianos, su sonrisa apenas está allí, pero todavía tan sexy y hermosa que hace que mis pulmones funcionen un poco más duro.


Una vez que termina de hablar con la pareja y él es capaz librarse, comienza a ajustar sus gemelos.


Y empieza a dirigirse en mi dirección.


Se dirige en Mi dirección.


El tipo más caliente de la habitación se dirige en mi dirección, y mi corazón acaba de voltearse más de mil veces en un segundo dentro de mi pecho.


Echo un vistazo alrededor de la habitación en un intento de indiferencia la—dee—dah1, pero no soy tan buena actriz.


Tengo miedo de mirar a su cara hermosa y saber que él sabe el efecto que tiene en mí. Se necesita un momento para reunir mi coraje, cautelosa veo la expresión que está usando. Incluso más temeroso de encontrarle mirando directo.


Alguien lo detuvo para charlar.


Exhalo.


Pero antes de que pueda liberar la tensión en mis hombros, Pedro golpea al hombre de mediana edad en la espalda, le da la mano y empieza otra vez en mi dirección.


Me siento aquí, luchando con estos sentimientos que no puedo suprimir.


Quiero hablar con él. Quiero hacerle preguntas. 


Tengo curiosidad y sed profesionalmente, y tal vez quiero presionarme accidentalmente contra él una vez más.


Así puedo olerlo.


No, definitivamente no a lo último.


De todos modos, estoy segura de que con una bebida, estaré un poco menos nerviosa. Pero es demasiado tarde para bebidas ahora.


Antes de que pueda pararme para saludarlo una vez más, PedroPedro jodido Alfonso, el completo caramelo americano, se hunde en el asiento detrás de mí, los ojos se acercan a los míos mientras él se desplaza hacia adelante. 


—Para que conste, no soy un hombre acosador loco tratando de llamar tu atención. —Su voz es tan estrecha que parece que acaba de correr una yema de su dedo por mi espina dorsal.


Y el timbre es como el sexo en sábanas de seda.


Su olor es un preludio del sexo.


Incluso sus cálidos y oscuros ojos parecen una invitación para el sexo.


Me río, ruborizándome.


Sus labios se contraen y ¿su sonrisa? Es un juego preliminar puro y malvado. Que las muchachas amables como yo miran solamente en la TV. El tipo que se escabulle sin previo aviso hasta que tus bragas están en todas partes excepto donde pertenecen.


Oh Dios. Es la cosa más caliente que he visto.


Estoy luchando para suprimir un pequeño escalofrío desde adentro.


 —No te preocupes, sé quién eres tú también.


—Está bien. Pero apuesto a que no sabes lo serio que soy para obtener una respuesta.


—¿Disculpa?


Él sólo sonríe y examina mi cara, contemplándome en silencio. No puedo evitar hacer lo mismo. Sus rasgos están aún más cincelados ahora, mil y un por ciento hombre, y cada pulgada visible de piel en su cuerpo parece haber sido besada recientemente por la luz del sol.


Noto el brillo de sus hermosos cabellos y ojos, y la forma en que huele a colonia cara. El espacio que su cuerpo ocupa y el calor que emana de cada pulgada atlética de él me hace sentir caliente por todas partes.


Realmente está aquí. En frente de mí.



Mi estómago se revuelve, y me río autoconscientemente y nerviosamente corro mis manos por mi vestido. 


—En ese momento estabas decido a no postularte como candidato. ¿Cómo se supone que iba a saberlo? Quiero decir. Mírate ahora —digo, señalándolo. A Pedro maldito Alfonso sentado justo a mi lado, obviamente, sintiéndose muy entretenido por mi nerviosismo.


—Sé lo que estás pensando —me advierte, su expresión seria pero con un brillo juguetón en sus ojos.


¿Que eres hermoso? Me pregunto.


¿Que no sé cómo tienes este efecto en mí y por qué aún después de todos estos años te deseo?


—Confía en mí, no lo haces —susurro, ruborizada.


Se desplaza hacia delante y agarra un mechón de mi suelto cabello rojo, tirando de él y viéndome lamer mis labios en nerviosismo. 


—Te estás preguntando por qué me postulé.


—¡No! Estoy... —Preguntándome por qué estás aquí hablando conmigo. No digo eso, simplemente me alejo y lo miro enrollar el mechón de cabello rojo alrededor de la punta de su dedo índice, luego lo suelta lentamente, observándome mientras desenrolla su dedo muy, muy lentamente y lo deja caer.


—Entonces, ¿cómo estás? —Pregunta, su voz profunda.


—Bien. No tan bien como pareces estar —le digo. Dios, ¿estoy flirteando? ¡Por favor, no estés flirteando, Paula!


—Dudo eso. Dudo mucho eso —dice Pedro, su voz todavía tan profunda y la sonrisa todavía en sus ojos, pero no en sus labios.


Parece tan centrado en mí que es como si no se diera cuenta de que todo el mundo echa un vistazo en su dirección.


Estoy nerviosa en su presencia, pero al mismo tiempo, no quiero que se vaya.


—Ya sabes, te he conocido tres veces y me doy cuenta de que no sé nada de ti aparte de la historia ocasional que oigo —dejo escapar—. Son tan contrarias que ni siquiera sé en qué creer.


—Ninguna de ellas.


—¡Oh, vamos, Pedro! —Me río, entonces me doy cuenta de que lo llamé por su nombre—. Quiero decir ... señor Alfo…


Pedro. Paula. A menos que todavía quieras ir por Pau.


—¡Dios no! ¿Estás decidido a avergonzarme hoy?


—Realmente no. Aunque no puedo negar que encuentro el rosa en tus mejillas muy encantador.


Sus labios se curvan sensualmente, y hay un revoloteo en mi estómago cuando me guiña un ojo.


Tímidamente miro hacia abajo, y me doy cuenta de que los pequeños puntos duros de mis pezones están apareciendo contra mi vestido.


Mortificada, levanto los brazos para doblarlos frente a mí, pero no antes de que lo descubra notándolo también. Él lentamente levanta su mirada hacia la mía, su expresión no revela nada mientras atrae su atención hacia el grupo atestado.


—Debo irme. Pero no voy a decir adiós. —Él levanta una ceja elegante con intención. 


Empujando su silla hacia atrás y parándose en toda su altura.


Sus palabras me dejan confundida. No puedo responder con la suficiente rapidez, así que simplemente sonrío y me deja reflexionar sobre ellos el resto de la noche.


No tengo ni idea de cuánto tiempo mi madre y yo nos quedamos allí, en realidad, pero sé exactamente que tres veces miré en la dirección de Pedro, él se volvió para encontrarse con mi mirada, como si tuviera algún tipo de radar o simplemente me percibiera mirándolo.


Mi estómago se volvió loco cada uno de esos momentos, y aparté los ojos.


Cuando estamos listos para irnos, mi madre se toma el tiempo para despedirse. Considero llamar la atención de Pedro para desearle buena suerte antes de salir, solo deseo que no hubiéramos sido interrumpidos cuando lo tuvimos y que hubiéramos podido hablar un poco más. Pero está ocupado cuando lo busco a través de la multitud, y no quiero interrumpir. 


Mientras sigo a mi madre a la puerta, uno de sus viejos amigos congresistas se detiene para decirnos adiós. Sonrío y asiento con la cabeza, y por encima de su hombro, veo que los ojos de Pedro se encuentran con los míos y me doy cuenta de que había estado observándome salir.


Me sonríe e inclina la cabeza en el más mínimo asentimiento, y hay algo en esa sonrisa y ese gesto que me llena de una extraña sensación de anticipación.


Por qué, simplemente no lo sé.


En el viaje en la parte de atrás de la limosina con mi madre, soy incapaz de dejar de repetir las cosas que Pedro me dijo cuando llegó. Más bien odio el hecho de que todavía no puedo controlar las cosas que él saca de mí. 


—Va a ganar —dice mi madre suavemente.


—¿Lo crees? —Le pregunto.


El deseo de que él gane de repente me golpea con tanta fuerza, casi me abruma. Sentada allí hablando con él, sentí una verdadera cualidad en él y una fuerza que te hace querer aferrarte a ella. Lo que es tonto, en serio, pero no quieres un Presidente fuerte. Quieres a alguien que puede mantener su cabeza en una crisis, alguien seguro, y alguien real.


—Bueno, su anuncio causó un gran revuelo. Pero los demócratas y los republicanos no dejarán ir la presidencia con tanta facilidad —dice mi madre, y presiono mis labios.
Cuando empiezo a salir del coche, mi madre dice—: Paula, sabes cuánto odio que vivas sola aquí...


—Mamá —gemí, sacudiendo la cabeza con un ceño fruncido, luego la saludo y cierro la puerta detrás de mí.


Esa noche no es la primera vez en los últimos once años que sueño con Pedro Alfonso de nuevo, pero es la primera en la que el tipo en el sueño se ve exactamente como lo hizo esta noche.



1 Expresión que se hace cuando alguien esta aburrido, pero todavía feliz. Común en las chicas A.Mi. No me está mirando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario