domingo, 20 de enero de 2019

CAPITULO 8




Sigo pensando en la noche anterior mientras me dirijo a Women of the World. He estado trabajando con mi mamá desde que tenía dieciocho años, tanto en mis estudios en Georgetown como en las horas de servicio social aquí. Ayudo a dirigir la organización y mis días suelen ser una combinación de recaudación de fondos, cazadora de empleos y conversaciones de apoyo con las mujeres que tomamos bajo nuestra ala. Acabo de recibir una llamada telefónica cuando un hombre alto con la cabeza llena de canas aparece en la puerta de mi oficina y llama.


—Hola, Paula. Buenos días —habla con la familiaridad de viejos amigos.


Reconozco su cara, pero no puedo identificar de dónde.


—Alberto Carlisle… —Extiende su mano, la cual sacudo rápidamente—. Desafortunadamente no tuvimos la oportunidad de ser presentados anoche. Soy el director de campaña de Pedro Alfonso.


Mi corazón salta, independientemente si quiera o no. 


—Oh, claro… Señor Carlisle, lo siento. Todavía no he tenido mi café. Por favor siéntese.


—No me quedaré mucho tiempo. Simplemente estoy aquí en nombre de Pedro.


—¿Pedro? —Pregunto.


—Sí. Quiere extenderle una invitación para unirse a su campaña.


Si ver al director de campaña de Pedro en mi oficina no fue lo suficiente impactante, esto ciertamente lo es.


—Yo…


—Me dijo que fuiste la primera en la línea en ayudar y odia rechazar a su primera oferta.


Mis ojos se ensanchan. 


—Señor Carlisle…


Ríe. 


—Admito que me sorprendió. La mayoría de nuestros reclutas tienen experiencia, algo de lo que usted no tiene nada. Y sin embargo aquí estoy, a primera hora de la mañana. —Me mira como si se preguntara qué hice para merecer esto y no me gustan sus suposiciones.


—Estoy de acuerdo con que no tengo experiencia. Aprecio la oferta, pero tendré que rechazarla.


—Es justo.


—Pero envíe mis mejores deseos al señor Alfonso.


—Lo haré. —Deja su tarjeta—. En caso de que podamos hacer algo por ti.


Nos estrechamos las manos y veo al hombre irse tan elegante y silenciosamente como cuando entró. Cuando está fuera de la vista, me hundo en mi silla, aturdida.


El resto del día me concentro en el trabajo, pero cuando voy hacia mi apartamento, me siento en el sofá, mi hermoso gato Doodles se enrosca en mi regazo y me pregunto por qué rechacé la oferta. He estado deseando hacer algo importante por mí misma, fuera de las sombras de mis padres. Trabajar en una campaña, ¿sería emocionante? ¿Por qué no acepté? Me pregunto si mi temor viene de la misma razón por la cuál sería tan emocionante. Porque implicaría a Pedro Alfonso, y me hace anhelar mantener una distancia segura.


Esa noche, veo un programa de televisión donde uno de los candidatos está discutiendo cosas sobre los inmigrantes pobres, los refugiados, y cómo aumentará los impuestos para que podamos convertirnos nuevamente en el mayor ejército en el mundo.


Hace que suene como si negarse a ayudar a los que sufren es la única manera en que podamos volver a nuestros días dorados.


Presiono mis labios y apago la televisión.


Tal vez pueda ayudar. Creo en él. Creo que es el mejor candidato que cualquiera de las opciones que han estado rondando en la televisión.


Agarro la tarjeta de Carlisle y llamo. 


—Señor Carlisle, es Paula Chaves. He estado pensando en la oferta… y sí. Quiero ayudar. Estoy lista para cualquier cosa y para comenzar el lunes.


Hay un silencio atónico, entonces. 


Pedro estará contento.


Me envía la dirección a donde debo presentarme el lunes, después cuelgo y miro con los ojos abiertos a mi teléfono. ¡Mierda! Acabo de firmar para trabajar en la campaña de Pedro Alfonso.




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