miércoles, 27 de febrero de 2019

CAPITULO 110





Al día siguiente, después de que me apresuro a vestirme y luego de ver a Pedro poniéndose su traje y sus gemelos para irse al Despacho Oval con Freddy, su escolta, quien estaba esperando en la puerta, encuentro, en mi escritorio en el Ala Este, una notita de su puño y letra.



Señora Alfonso…
Te quiero.
PD: Bonita falda.


Sonrío. Me parece gracioso, porque le dije que me gustaría responder a algunos de los mensajes que la Casa Blanca recibe diariamente. Fue hace sólo unos días, en Camp David, y me encuentro recordándolo como si estuviera de nuevo en sus brazos, allí mismo.


Pedro, ¿sabes todas las cartas que llegan a la Casa Blanca diariamente?


—Hmm. —Está durmiéndose, mi cabeza está sobre su brazo doblado, descansando justo en su bíceps.


—Tienes unas pocas al día en tu escritorio. Para responder —especifiqué.


—Uhmm. —Asiente con la cabeza, escondiendo su cabeza y metiendo su nariz contra mi nariz, olfateándome.


—¿Sería posible que contestase algunas también? Él sonríe contra mi garganta, y de prisa digo—: No es necesario, sólo si estás de acuerdo.


—Te gustan tus cartas, ¿no? —Dice, acariciando mi abdomen con la punta de su dedo.


—Bueno, supongo que sí —digo, sonriendo en la oscuridad.


—Te escribiré mi respuesta entonces.


Yo frunzo el ceño.


—¿Qué? ¿Me vas a escribir una carta? —Pregunto, sin habla. ¿Qué tan complicado quiere hacer esto?


Entonces me di cuenta de que está escribiendo con la punta de su dedo, en mi piel.


Cosquillas recorren mi cuerpo mientras miro hacia abajo y veo, absorta, como su dedo forma la letra,S


Mi abdomen se aprieta, dios es tan atractivo, no puedo quedarme quieta. Reprimo el impulso de retorcerme mientras su largo dedo dibuja, poco a poco, la letra, Í


Y luego, exquisita y lentamente, alrededor de mi ombligo, el símbolo. Todavía sigue sonriendo, pero mirándome ahora, con sus ojos brillando.


—¿Contenta, esposa? —Dice en voz baja.


Aprieto mis labios y luego los presiono contra los suyos, donde murmuro—: Sí. — Antes de que muerda mi labio inferior, lo mete lentamente en su boca, y eso es todo sobre la conversación de negocios de la noche.


Ahora veo su nota, justo encima de una pila de cartas. Sabe que me encanta mis cartas y me parece que la nota de Pedro es sólo la primera de docenas de cartas que ahora están en mi escritorio.


La guarde en el cajón, todavía sorprendida cuando mis ojos bajan a mi mano y veo los brillantes anillos de compromiso y de boda en mi dedo.




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