miércoles, 13 de febrero de 2019
CAPITULO 63
Esto es lo que él quiso. Esto es lo que nosotros quisimos. Lo que todo el país quiso.
Es el primer día de cambios que están por venir y estoy ardiendo con el deseo de tener un pequeñísimo momento para hablar con Pedro.
Decirle cuán orgullosa estoy de él. Qué tanto duele no tenerlo, pero cuán segura me siento sabiendo que peleará por nuestros intereses.
Me siento allí entre la multitud, mis ojos pican mientras la emoción se hunde en mi pecho. Terminamos el himno.
—Oye, vamos, vamos a buscar a tu galán para el baile inaugural —dice Kayla, deslizando su brazo alrededor del mío mientras me da un tirón.
Me paro sin moverme, pero pongo un poco de resistencia. Mis piernas se sienten de plomo, como si no quiero ir en esta dirección, pero en su lugar, quiero ir en la dirección en que está diciendo adiós a los que le rodean y al frente de la plataforma para salir del recinto.
Observo a Pedro que se detiene en la parte superior de la escalera alfombrada de color azul.
Pedro sumerge la cabeza de nuevo en la multitud y observa con una mirada de gran alcance. Aguanto la respiración, luego muevo mi cabeza.
No te está buscando, Paula; puedes comenzar a respirar ahora.
Suspiro y froto las sienes, sacudiendo la cabeza mientras esperamos para el desfile de la caravana por la avenida Pennsylvania.
—No estoy segura de que deba ir.
—Vamos. —Kayla me empuja, su expresión es interrogante—. Llegamos justo a tiempo para la inauguración, ya que querías estar aquí. No puedes rechazar una invitación al baile inaugural.
Mantengo mis ojos en Pedro.
Pedro Alfonso.
Mi amor.
Recuerdo los sonidos que hace cuando hace el amor, la forma en que su respiración tropieza, la forma en que sus ojos se nublan. Recuerdo el sabor de su sudor, mientras se conduce dentro de mí, la forma en que lo beso y lamo y quiero más, lo deseo, todo lo que puede dar.
Momentos íntimos.
Momentos entre un hombre y una mujer.
Momentos que parecen que fueron hace mucho tiempo, pero al mismo tiempo, nunca los puedo olvidar, porque los tuvimos. Me aferro a esos momentos porque no quiero olvidarlos. Cuando veo al hombre, el presidente, quiero recordar lo que se siente su pecho, bajo su corbata y traje, todo ese poder ondulante en sus músculos.
Quiero recordar su tamaño, cuando está unido a mí, tan grande como el nombre que ahora lleva,
y quiero recordar lo que se siente al tenerlo derramándose en mi interior. No quiero olvidar el sonido de su voz en la oscuridad, cuando nadie está mirando, y cuán tierno suena.
No quiero olvidar eso por un rato, Pedro Alfonso, el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos, fue mío.
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