miércoles, 13 de febrero de 2019

CAPITULO 62




Es un día histórico.


Pedro Alfonso, el presidente más joven de los Estado Unidos de América. Estoy en medio de la multitud de cientos de miles reunidos en el Capitolio de los E.U. Me han enviado una invitación, junto con un pase extra. Así que traje a Kayla.


Me senté perfectamente en mi asiento. Uno en donde Pedro esté mucho más cerca de lo que estará de la multitud a continuación.


Ellos abrieron el National Mall a los ciudadanos espectadores, algo que nunca hicieron antes, hasta que su padre ganó, y ahora. El país está simplemente muy involucrado en este resultado, demasiado impacientes para celebrar con él, para quedar lejos.


Un coro de niños ha estado cantando America the Beautiful, y estoy sentada en un manojo de nervios, con excitación y sentimientos mientras la canción termina y la Banda de la Marina de Los Estados Unidos se levanta con un feliz y salvaje tono patriótico.


Las trompetas comienzan a resonar.


A través de los altavoces escuchamos la introducción del presentador al presidente saliente, junto a su esposa y otros miembros de nuestra plancha política. Los aplausos irrumpen a través de la multitud mientras las personas se posicionan para tomar sus asientos. Y entonces, a la creciente multitud excitada, después de un viaje por los nombres
de alta resonancia que son anunciados, el presentador finalmente anuncia—: Damas y Caballeros, el presidente electo de los Estados Unidos, ¡PEDRO ALFONSO!


Bien, respira.


¡RESPIRA PAULA!


Pero se siente como si alguna soga invisible está amarrada apretadamente alrededor de mi tráquea cuando Pedro camina por una alfombra azul hacia la plataforma, la gente gritando a coro al tope de sus pulmones—: ¡ALFONSO, ALFONSO, ALFONSO!


Saluda a todos los miembros del gabinete, como también a su madre, estrechando sus manos. Su madre está sentada a la izquierda del micrófono, después saluda a la 2 Es una canción patriótica de los Estados Unidos de América. La letra es de Katharine Lee Bates, una profesora de inglés del Wellesley College, que la compuso en 1893.


Mira a la audiencia con una gran sonrisa y agita su mano, Pedro establece su gran cuerpo al lado de ella.


Estoy retorciendo mis fríos dedos, mis ojos están tan hambrientos de él que duelen.


Se mirada tal y como lo recuerdo. Su cabello un poco largo, tal vez. Su expresión calmada y sobria. Lo observo agachar la cabeza para escuchar algo que su madre le dice, y un ceño fruncido arruga su frente, pero luego una sonrisa toca sus labios y asiente. Mariposas.


Quiero decir, pequeñas mariposas malvadas están revoloteando en mi centro.


Inhalo y fijo mi mirada en mi regazo, ante mis rojizos dedos congelados.


Está frío hasta la médula afuera, pero cuando Pedro es llamado y su voz de barítono llega de repente por el micrófono, me calienta como un tazón de mi sopa favorita. Como fuego
líquido en mis venas. Como una manta alrededor de mi corazón.


Levanto mi cabeza. Él está parado en la plataforma. Calmado e imponente en una gabardina negra, un perfecto traje y corbata roja, su negro cabello volando en el viento, su sombría expresión mientras coloca su mano en la Biblia, la otra mano levantada.


—Yo, Pedro Alfonso, solemnemente juro que ejecutaré fielmente la Oficina del Presidente de Los Estado Unidos y en la medida de mis posibilidades, preservaré, protegeré y defenderé la Constitución de los Estados Unidos.


—Felicitaciones, Sr. Presidente —dijo el presentador.


Mi cabeza dio vueltas


Santa.


Mierda.


Pedro es ahora el presidente de los Estados Unidos.


Los aplausos irrumpieron como una ola estrellándose sobre nosotros. La gente de
pie. Todo el mundo aplaude y se deleita en la euforia, el país le da la bienvenida al nuevo
comandante en jefe.


Mi cuerpo se sacude por el sonido de las veintiuna pistolas explotando, una tras otra.


Las trompetas resuenan.


La multitud agita pequeñas banderas de Estados Unidos, de lado a lado.


La gente está llorando.


La música de la orquesta suena, más y más fuerte a través del Capitolio de los E.U. y el National Mall.


Todo, mientras Pedro saluda a la multitud. Su sonrisa es la cosa más asombrosa que he visto jamás. Su mirada barriendo a través de los cientos de miles de personas aquí.


Gente que lo ha amado por décadas, desde que fue el hijo de nuestro presidente. Y ahora,
simplemente, él es nuestro presidente.


El presidente más joven del mundo.


La gente en la audiencia se mantiene agitando sus pequeñas banderas.


Una vez que el saludo de las pistolas ha acabado, el presentador se inclina para
decir—: Es mi gran placer presentarles al cuadragésimo sexto presidente de los Estados
Unidos, Pedro Alfonso.


Se acercó al micrófono. Las manos rodearon el estrado, se inclina al micrófono y su voz resuena poderosa y profunda. Justo el sonido me afecta intensamente. Causando punzadas de nostalgia y oleadas de excitación en mí.


—Gracias. Compatriotas… Vicepresidente Frederickson —saluda—. Me presento ante ustedes hoy, honrado y en deuda para el verdadero cambio que podemos proclamar en esta nación, cuando nosotros, como una participación colectiva, lo pongamos en movimiento. —Los aplausos lo interrumpen y él hace una pausa—. Compatriotas, estoy agradecido por la oportunidad. —Asiente sombríamente, mirando a una dirección, luego a otra, su poderosos hombros estirando la tela de su gabardina.


—En nuestra nación, luchamos por la verdad y la justicia. —Pausa—. Luchamos por la libertad, por lo que es correcto. —Pausa—. Luchamos por ella y morimos por ella —y si tenemos suerte, moriremos con ambas de nuestro lado…—Pausa—. Estos no son tiempos para dar marcha atrás y esperar por lo mejor. Estos son tiempos donde lo hacemos mejor. Retribuyendo a nuestra nación. Colocando las mejores piezas de nosotros allí. América estaba formada en los principios de libertad, adoptó la promesa de unidad, paz, justicia y verdad. Es solo por preservar y honrar lo que somos que podemos hacer justicia al mismo núcleo de lo que defendemos. Y que continuaremos defendiendo. Un guía para otras naciones del mundo entero. La tierra del árbol. La casa del valiente.
Vamos a alcanzar nuestro potencial y asegurar nuestro disfrute de eso por lo cual nuestros ancestros tuvieron que pelear tan ferozmente, no solo por nosotros, sino por nuestras generaciones por venir. Quieres un líder que te lleve con valentía a esta nueva era. Con convicción. Y con la mirada puesta en conseguir resultados. Compatriotas. — Pausa—. NO LOS DEJARÉ CAER.


Un estruendo llega desde la multitud. 


ALFONSO es el nombre que llaman.


ALFONSO es el hombre de la hora. Del año. De sus vidas. Él sonríe a esa calurosa bienvenida y cierra con un profundo y brusco—: Dios los bendiga. Y Dios bendiga a los Estados Unidos de América.


Un ardiente rubor fluye a través de mí y una bola llena de una especie de espinas se atora en medio de mi garganta.


Ellos tocan el himno nacional, y mientras el coro de ciudadanos cantando suena a través del Capitolio de los E.U. y los hogares alrededor del mundo, estoy colocando mi mano en mi corazón y trato de llevar las palabras del himno nacional fuera —pero eso no ayuda a aliviar este profundo dolor poco habitual en mi pecho. Esto es simplemente un día monumental para mi. No solo como ciudadana; como una persona este día es directamente proporcional a la profundidad de mis sentimientos por el nuevo presidente.


Y los sentimientos son infinitos, incomprensibles, eternos.




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