viernes, 15 de febrero de 2019
CAPITULO 70
Si quieres hacer la diferencia, tienes que comenzar hoy.
Cuatro años suena como mucho, ocho una eternidad, pero en realidad no lo es.
Eso lo aprendí de mi padre. Las cosas que fueron pospuestas no se hacían. Los cambios
que no se ponían en movimiento se quedaron estancados, los sueños muertos nunca se
cumplieron, no con la nueva administración y cada presidente teniendo su propia agenda.
Abordo la información confidencial durante toda la noche, leyendo, a veces lleno de respeto por mis predecesores y las llamadas que hicieron, a veces con disgusto.
Muchas veces, todo lo que puedo decir es mierda.
Me reúno con mi jefe de personal, tenemos varios temas en el tablero.
Me reúno con mi secretaria de prensa, Lola Stevens, y desarrollo una estrategia para una conferencia de prensa mañana, cuando presentaré a Paula al mundo.
—Quiero los borradores para el proyecto de ley de Energía Limpia. El proyecto de ley Sanitaria para arreglar lo que está mal en nuestro sistema de salud. Quiero examinar un proyecto de ley para la igualdad de salario y oportunidades para las madres trabajadoras —le digo a Diego mientras nos dirigimos por los pasillos del Ala Oeste hacia la Sala de Gabinete. Entro, y todo el mundo se levanta—. Buenos días —les digo a mis miembros del gabinete.
—Señor Presidente.
—Buenos días, Señor Presidente —me saluda el vicepresidente Louis Frederickson. Lo escogí como mi compañero de campaña, porque es honesto, humilde, sensato, y no es un hombre lameculos, exactamente lo que necesitamos para conseguir cambios reales en nuestro país.
Tomo mi asiento, después echo un vistazo a la prensa de pie detrás de los miembros de mi gabinete.
—Esta reunión estará cerrada a todos los miembros de la prensa —digo.
—¿Una foto rápida, Señor Presidente? —Persuade uno.
—Tenemos trabajo que hacer aquí. Pero soy consciente de que vosotros también. Que sea rápido, chicos —digo mientras le doy la vuelta a la primera página del archivo grueso delante de mí, hay uno idéntico delante de cada miembro del gabinete.
Los flashes estallan durante los siguientes diez segundos, y luego Diego abre la puerta.
—Eso es suficiente —dice, indicándoles que salgan.
La puerta se cierra y miro a todos los miembros de mi gabinete, dejando que el sabor del silencio se asimile.
—Vamos a tener mucho trabajo, habrá días en que dormiremos muy poco, comeremos muy poco, y podremos pensar en muy poco más excepto en las cosas que haremos. Quiero estar seguro de que todo el mundo lo entiende, no me andaré con miramientos durante los próximos cuatro años. Lo que me propongo hacer es enorme, amplio y muy concreto. Empecemos, entonces. —Me pongo las gafas, tomo un sorbo de agua, y comenzamos.
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