miércoles, 20 de febrero de 2019

CAPITULO 86




Soy tan malvada. Teniendo sexo con el presidente de noche y siendo una primera dama dedicada de día.


Salgo de la escuela primaria de Virginia hacia una ráfaga de viento y un grupo de periodistas, algunos de los cuales en realidad tuvieron permitido estar en el aula mientras leía a los niños, y les contaba como la lectura cambió mi vida dramáticamente, dándome conocimiento de cosas que me gustaban y las que quería cambiar en el mundo, también.


Una niña con bonitas coletas rizadas mencionó que quería crecer para ser yo, y me reí, pero le dije que tenía una idea mejor: que sería mucho mejor siendo ella que siendo cualquier otra persona.


No puedo dejar de pensar en eso mientras voy en la parte trasera del coche estatal hacia la Casa Blanca.


Voy con Stacey mi lado. Me encanta cuán eficiente es, siempre susurrando en su micrófono, abriendo y cerrando las puertas, abriéndome un camino.


—Mi vida solía ser un poco más normal —digo, mirando por la ventana a la Casa Blanca mientras nos abren las puertas—. ¿Has trabajado en la Casa Blanca durante mucho tiempo?


—Cuatro años. Estuve en el equipo de la anterior primera dama.


—¿Qué se puede esperar de la vida de una primera dama?


—La realidad es un poco más desordenada de lo que presentan las cámaras. Pero… —Hace una pausa.


—Dime —le incito.


Parece vacilar, como preguntándose si se está sobrepasando, pero sospecho que mis ojos ansiosos y mi sonrisa la animan a hablar libremente.


—La señora Jacobs no era tan amable con las personas como tú.


Me tomo un momento para esto.


—Eres una de ellos. A ellos les gusta eso. Tú y el presidente Alfonso. Ambos. — Asiente con respeto, a continuación, añade—: Muchos de nosotros, especialmente las mujeres, sueñan con meterse en tus zapatos de cristal. Tener la atención del joven y atractivo presidente.


Pedro no… —Me detengo, después digo—: Así que los rumores ya han comenzado.


—Todo el mundo lo espera, desde que te nombró como primera dama. —Se ríe, y luego dice—. Le respetamos. Y a ti. La Casa Blanca no es solo un lugar de trabajo; nos hemos ocupado de familias enteras durante mucho tiempo.


Familias. El pensamiento como que me pica en el corazón y hace que me pregunte cómo sería tener una familia con el presidente de mi país, el hombre que amo.


—Gracias por decirme esto.


Sonríe. Ha sido mi sombra, junto con los otros miembros del Servicio Secreto, y siempre me siento humilde y casi incómoda por la dedicación que muestran. He aprendido que hablan en código, y sobre todo utilizan códigos para Pedro y para mí.


Stacey también es soltera a los cuarenta y cuatro, come una dieta alta en proteínas, y solo
tiene ojos para Johnson, otro miembro de mi equipo del Servicio Secreto.


Paso el resto de la semana haciendo planes con Clarissa. Me encanta visitar lugares y tener la oportunidad de hablar e interactuar con todo el mundo, pero también noto que las personas miran a mi equipo y a mí con un poco de respeto. Cada vez que menciono al presidente, sus ojos se ensanchan y se siente como que acabo de mencionar a Dios.


Quiero que sepan que el presidente no es solo su líder motivado e inteligente, sino un ser humano también, como yo.


Si hay una cosa que sé, es que el trabajo de la primera dama es determinado por la misma primera dama. He estado pensando en mis predecesoras, porqué son recordadas, y preguntándome qué voy a representar como primera dama.


Jackie Kennedy convirtió la Casa Blanca en un escaparate de la evolución del estilo y el gusto de los Estados Unidos. Era un icono de la moda, con aplomo y elegancia, fue la primera en traer un restaurador a la Casa Blanca.


Eleanor Roosevelt fue una pícara en su tiempo. 


Habló sobre los derechos civiles y los derechos de las mujeres, y hasta hoy es probablemente la más poderosa primera dama que jamás haya servido. En ese momento, no había reporteros femeninos, eran excluidas de las ruedas de prensa de la Casa Blanca. Pero Eleanor llevó a cabo sus propias ruedas de prensa, dirigidas a reporteras, obligando a los medios de comunicación a contratarlas.


Otras primeras damas se sentaron en las reuniones del gabinete. Muchas de ellas fueron anfitrionas, planificando las cenas de estado, pero la mayoría hicieron mucho más.


Impulsando a las escuelas sin drogas. Haciendo mejoras en salud y nutrición.


Así que me siento con Clarissa y le digo que quiero definir el papel de la manera en que me siento capaz de hacerlo, que quiero representar al presidente con la misma vitalidad que él emana, mantenerme ocupada y activa, tener una presencia de la Casa Blanca en tantos estados como sea posible, y no programar charlas y visitas a escuelas, hospitales y lugares de trabajo, sino invitando a los ciudadanos a la Casa blanca también.


He encontrado el tiempo que he estado aquí tan emocionante, tan inspirador. Me gustaría que más personas tuvieran la oportunidad de estar tan cerca de toda esta historia y del corazón palpitante de América.


—Hablé con el presidente del hecho de que quiero hacer esta casa abierta al público. Quiero estar en contacto con las personas. También planeo pedirle permiso para responder personalmente algunas de las cartas que llegan a la Casa Blanca.


Clarissa asiente rápidamente, tomando notas.


—Además —dice—. Quieren saber más sobre ti. Tu trabajo no es oficial; la prensa se pregunta el grado de influencia que tienes, si eres el oído del presidente. Quieren saber más acerca de su primera dama. Lola está preparando algunas entrevistas aquí en el Ala Este.


Los nervios me golpean, pero esta es una oportunidad para arrojar luz sobre las cosas que me importan, no para centrarse en mí. Así que estoy de acuerdo.


—¡Excelente! —Dice Clarissa.




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