lunes, 4 de marzo de 2019

CAPITULO 127




Está haciendo que las cuente en nuestro camino a la Casa Blanca, y las contracciones están llegando regularmente, cada cuatro minutos.


—¿Puedes esperarme? —Pedro pregunta cuando llegamos y me sienta en el sillón más cercano.


—Trataré —prometo.


—Espérame —dice. Su tono es firme y suena como una orden para el universo, es parte orden y parte petición para mí mientras mira mi estómago.


Veo la necesidad desgarrar su interior de poder estar en dos lugares al mismo tiempo, una necesidad que es imposible que pueda cumplir, incluso siendo el hombre más poderoso de la tierra.


Su mandíbula se flexiona de la forma más feroz.


—Odio hacer esto. —Se inclina y acuna mi cara—. Te amo.


Asiento, queriendo apaciguarle.


—Cada vez que me sostienes cerca, cada vez que me miras, me recuerdas lo mucho que me amas. Cuando haces esto… —Levanto su mano y beso la parte posterior, de la misma forma en que él a veces roza sus labios sobre mis nudillos—. Eso es todo lo que necesito. El hecho de saber que está ahí, que tú estás ahí y que eres lo mejor para nuestro país y lo mejor para mí.


Respiro ásperamente mientras una contracción golpea, y trato de no encogerme.


Pedro se da cuenta.


—¿Otra?


—Está bien. Vete.


Duda.


—Ve.


Murmura una maldición.


Y luego se da la vuelta y se va.


—Llama a su madre —ordena a Stacey.


—Sí señor.


No le digo que mi mamá está en el Caribe con mi padre y que no puede venir aquí para apoyarme sin importar cuán rápido quisiera llegar.


El dolor va y viene en oleadas, pero la preocupación por lo que le está sucediendo a nuestro pueblo se siente aún peor.


Me siento como si hubiera tragado vidrio, el temor de todo lo que podría suceder me está molestando mientras trato de calmarme y mantener a mi bebé dentro de mí un poco más.




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