miércoles, 30 de enero de 2019
CAPITULO 40
Al parecer no puedo tener suficiente de ella. He estado mordiéndola, mordisqueándola, besándola, chupándola…
Estamos en la ducha y la tengo desnuda con una camisola y ropa interior blanca. Muevo la llave de la ducha y apunta hacia Paula, después veo el agua deslizándose por sus curvas.
Tomo las puntas rosadas y duras de sus pezones. El algodón se aferra a su cuerpo húmedo. Mis ojos se deslizan hacia abajo, hasta el encaje de sus bragas y su coño visible a través de la tela húmeda. Mis ojos se levantan, lentamente hacia su cara, y su lengua sale, sus ojos se abren. Allí hay más que preocupación.
Hay anhelo, y un poco de imprudencia.
—¿Pedro?
Mi garganta se siente espesa mientras la alcanzo para tocar su mejilla con mi pulgar, arrastrándolo hacia su mandíbula mientras me inclino hacia su oído.
—¿Sí? —Digo, mirándola a los ojos, después a su dulce boca.
La boca que de nuevo quiero en la mía. Aquí, no hay razón para que no la tome, que no devore su suavidad hasta que este jadeando. Me agacho y deslizo mis brazos alrededor de su cintura, acercándola, después rozo su boca húmeda contra mis labios.
La estoy usando. No puedo usarla de esta manera. Pero tampoco puedo detenerme.
Mi alarma me despierta.
Saco un brazo y la apago, después quito las mantas y voy hacia la ducha. Diez minutos bajo el agua fría y aún no me puedo enfriar, estoy contando las horas hasta que pueda volver a estar a solas con ella.
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